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Carta Rector

Estimada Comunidad Escolar:

Muy queridas familias:

Año a año vamos hemos ido creciendo con nuestro colegio. Todos los días padres, profesores y alumnos aprendemos nuevas cosas en una reciprocidad de trato continuo. ¿Cómo llevar a cabo esta misión que cada uno tiene de formar a estos niños… y no tan niños? ¿Somos conscientes que tenemos que dar forma a los caracteres de estos jóvenes para afrontar los nuevos retos de este siglo? Para que estos aprendizajes sean fecundos y que el crecimiento del colegio no salga torcido todos tenemos que luchar.

El colegio ha cumplido los 20 años, no ha sido fácil, pasamos y realizamos nuestro caminar el año 1998, en pequeñas salas y muy pocos alumnas/as, el pick de matrícula el año 2008 con cerca de 750 estudiantes y desde entonces hemos bajado. Es una edad en la que debemos consolidar nuestra madurez y afianzar los conocimientos y el saber, volver a enamorar a nuestros habitantes del sector y más allá.

El fin que se proponían el creador, Padre Eloy Parra Irribarra, iba más allá de los medios que se necesitarían y utilizarían para alcanzarlo, teniendo muy claro que existía un camino, que había un fin, y que pasaba por el esfuerzo personal de papás y profesores trabajando unidos y sin temor y sin necesidad de hacer pruebas, porque el camino del cristiano católico está claramente delineado.

Educar en libertad, con responsabilidad, dando los conocimientos y la doctrina necesarias: jóvenes que se sienten libres y pasan por esta vida llenos de una alegría real, aquilatada y acrisolada, es el resultado de la formación que nos proponemos entregar en nuestro colegio.

Creemos que cada alumno tiene que desarrollarse y sacar a relucir todas sus potencialidades y encontrar su camino, dadas sus cualidades y llegar a ser hombres o mujeres de criterio. Junto a los padres ayudamos formar a cada alumno/a, poniendo todo nuestro empeño en que sean conscientes de su valía personal, y el papel que juegan y seguirán jugando en la sociedad, abriéndoles un sin número de oportunidades de hacer el bien, y enseñándoles que tienen las capacidades para realizarlo.

No somos ciegos ni tapamos nuestros ojos a nuestra realidad social, como comunidad escolar inserta en un sector de la ciudad que es altamente vulnerable y estar consiente de vivir en un mundo que cambia rápidamente, muy tecnológico, es un desafío y que no nos incomoda hacer frente.

Los ecos de políticas disgregadoras y culturas hedonistas no penetrarán las almas de nuestros/as estudiantes porque no hay amenaza que pueda ir contra unos alumnos/as cuyas familias luchan por estar cada día más unidas, familias que se empeña por vivir con coherencia cristiana católica… Y así, todos los aprendizajes de nuestros alumnos no quedarán circunscritos al período escolar, sino que serán enseñanzas de toda la vida y para toda la vida.

Finalmente invitarles a recuperar a nuestro colegio, para que nuestros niños, niñas y jóvenes puedan alcanzar sus sueños y volar hacia el éxito.